La llegada a las aulas después de una etapa post-pandemia trajo consigo enormes retos. Nos encontramos con aulas de clases donde una auxiliar debe atender a 50 niños de 3, 4 y 5 años. Dentro de esta población, un alto porcentaje son niños neurodivergentes, mientras otros son neurotípicos. Además, se suma el preocupante aumento de casos de anemia infantil, niños que se duermen. Este panorama plantea un desafío monumental para los docentes: ¿qué hacer ante tanta diversidad y necesidad
Los maestros que alzan la voz para expresar sus dificultades son rápidamente
etiquetados como " sin vocación". Sin embargo, la realidad es mucho
más compleja. Hemos atravesado dos años de pandemia que han transformado
profundamente las experiencias de los niños, generando un péndulo de cambios
que no podemos ignorar. Las habilidades sociales, emocionales y cognitivas han
sufrido impactos significativos, y los niños llegan a las aulas con un bagaje
de necesidades sin precedentes.
Jean Aynes enfatiza que la clave para abordar el lento aprendizaje y los
problemas de comportamiento radica en una adecuada integración sensorial. Esto
requiere mirar más allá de los diagnósticos y etiquetas, y centrarse en la
manera en que los niños perciben y procesan el mundo que los rodea. Familias y
docentes tienen un papel crucial en esta transformación, aunque las reacciones
varían: algunas familias enfrentan el problema y buscan soluciones, mientras
otras eligen ignorarlo.
Ante esta diversidad, es urgente repensar el rol de la educación infantil.
Los programas escolares deben incluir estrategias que prioricen la integración
sensorial: actividades que estimulen los sentidos, ambientes inclusivos y el
fortalecimiento del vínculo entre niño y maestro. Esto no solo beneficia a los
niños neurodivergentes, sino también a toda la comunidad escolar.
En lugar de culpar o silenciar a los docentes, necesitamos escuchar y apoyar
sus demandas. Crear una escuela que integre a todos no es solo una cuestión de
vocación, sino de voluntad colectiva. Esto incluye a las familias, a los
sistemas educativos y a la sociedad en general. La integración sensorial no es
un lujo, es una necesidad para garantizar que cada niño pueda encajar en el
camino del aprendizaje y del desarrollo integral.
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